top of page

​

“Sustancia” / María Casalins y Natacha Jurberg

 

Esto es sobre los bordes. De cómo una cosa, según cierta perspectiva, aparece como el borde de otra cosa. Y de qué están hechas las sustancias que ansían no tener un borde preciso, un límite, sino más bien crecer, crecer hacia arriba, hacia adentro o en derredor. Crecer.

Esto se trata de qué significa ser borde o estar al borde de.  De cómo se llega a generar un borde irregular, una orilla viva, una relación de fuelle en el vacío y de montículo memorioso, aunque liviano. Cuánto silencio es necesario alrededor de las terminaciones nerviosas, de los precipicios, para que se perciban como nervios y como precipicios. Cuántas repeticiones tejen una alfombra, construyen un hito.

¿No es acaso el paisaje la manera que el vacío encuentra de abrigarse?
En las pinturas de María las superficies se atemperan con gestos arbóreos porque el impacto de la luz plena requiere de las estrategias del tamiz. Así la pincelada se reproduce al ritmo de una respiración breve, agitada y constante. Es un animalito en su cueva de musgo, mullida y húmeda, que observa a resguardo la hostilidad del afuera. Su corazón late dentro y fuera, late en la seguridad y en la hostilidad, sístole y diástole, no es posible vivir de otro modo. Cubrir es proteger, crecer en la espesura. El misterio de la ocultación amable y sistemática se esparce en las telas.
 
¿Serán las pinturas de María un intento de amortiguar intereses antagónicos? La colisión entonces se convierte en oportunidad ¿Soñará con bosques vistos desde arriba? Es seguro que sabe del sonido de un follaje en permanente vibración ¿Sabrá también cómo negocian los pájaros con el cielo?  ¿Puede la negociación convertirse en un acto poético?
 

Los ancestros de Natacha no son oriundos de estas tierras. Ninguno hizo un altar al borde de un camino, ni construyó pircas, ni tampoco cazó y comió guanacos en las pampas.  ¿Cómo pueden esos paisajes y costumbres no alineados con su genealogía echar raíz en ella? Los objetos se heredan en el aprendizaje de su hechura. No es necesario que hayan pertenecido al menaje de los bisabuelos para hacerlos propios, sentirlos afines.  Así Natacha aprendió de la apacheta, esos montículos de piedras que los pueblos andinos erigían en las encrucijadas o a la vera del camino. Observó las posibilidades edificantes del apilamiento con capas de tierra filtrada, condensada y seca. Para ganar altura es preciso multiplicar y combinar los fragmentos de manera que la ligazón constituya un todo compacto sin disipar las diferencias. Pero no es tanto alejarse del suelo como insistir en el suelo, un suelo sobre otro suelo sobre otro suelo. En estos pequeños ensayos estratigráficos las distancias temporales entre capas se borran en la visión simultánea y la forma del conjunto es provisoria; nuevos estratos utilizarán los anteriores como apoyo y punto de partida.
 

Esto se trata de los bordes, pero no de cualquier borde, sino del que surge de la insistencia y la escucha minuciosa del material. El borde abierto y poroso, resquebrajado y ramificado, que permite el ingreso del entorno y, por ende, la transformación.

​

Verónica Gómez - Junio de 2022

​

​

 

bottom of page